sábado, 13 de julio de 2013

Julio - Septiembre 2013

Y aún habrá
quien pregunte por nuestros nombres,
pobres necios que no entendieron tu huida
esta carrera sin carrerilla
que tan lejos te dejó de mi boca.
Yo me mantengo como fiel recolectora
de nuestros fracasos
enumerando a destiempo
los latidos de los difuntos
y la pereza de este olvidar olvidarte.
Y aún habrá
quien pregunte por nuestros nombres,
pobres necios







Querido (sin más arrojo a nombrarte),
hoy te escribo con más intención
qué valor y más valor que razón,
sabiendo que esta carta siempre fue
más mía que tuya.
La tinta se atasca
donde la sensatez de mi pausa llega
conociendo de silencio cada respuesta
a los contra-actos de todas tus ternuras.
No despiertes los dolores de la guerra en balde,
no te salves a costa de ahogarme
en el naufragio de tus dudas,
no desmiembres este pecho saturado de latirte,
esta boca fatigada de añorarte.
Yo por mi parte
te prometo besos sin pretextos,
todas las trincheras que nunca combatimos,
todas las tristezas que curarme a besos.
Hoy te escribo con más intención
qué valor y más valor que razón;
sabiendo que nunca importó,
sabiendo que nunca la leerás,
que siempre fue
más mía que tuya.







Estoy hasta los cojones
de llorarte hasta dormir,
que lo sepas.
De llenarme el corazón
de tus maletas de “por si acaso”,
de ahogarme en tus ausencias
y ser la Penélope esperando
en cada barra de bar.
Y es que a esta coca cola le falta ron
y le sobra frustración;
todos los tiempos donde nunca quedas,
la única absurda que quedó lamentando.
Estoy hasta los cojones
de sentirme triste, de sentirme idiota,
de echar de menos
a quien tanto me echó de más;
tan cansada de estar cansada.
Y todo, imbécil de mí,
por no saber entender
que muertos
son muertos.







A veces tu recuerdo es ensordecedor.
Y yo me enfado con las estaciones,
y los zapatos
y los teléfonos q nunca suenan.
Y conmigo y contigo,
y con todo este echarte de menos
con el que no me apaño y tanto me sobra.
A veces tu recuerdo me trepa por las piernas,
por las sábanas
y se me agarra en la garganta
pronunciándote a deshora
en la vehemencia de mis versos.
A veces enloquezco
y enciendo cigarros de tu agridulce ausencia
y casi te reconozco entre mis líneas
para diluirte en la próxima bocanada
y yo me enfado,
arañando esquirlas al colchón
para rescatarte del olvido
o negando que fuiste o has sido
y me hago gato;
y enciendo otro cigarro y otro cigarro
y el humo nunca sabe a tu boca.
Y siempre me enfado,
entre las colillas las preguntas
que nunca has respondido,
el humo me araña las lágrimas
de lo que nunca vivimos.
Empieza a clarear
y nuevamente me enfado,
conmigo y contigo –y contigo-
y con todo este echarte de menos,
con este invierno sin calendario
-Mierda, me he quedado sin tabaco…-








Dejé de quererte a guantazos,
a pedrada limpia; todas mis fracturas.
Éstos ojos ya no son los ojos
que un día te veneraron,
no son mis ojos;
éstas manos, crueles en su olvido,
perdieron el recuerdo de tu piel.
Parecieran haberse consumido todos los cigarros
a la comisura de la boca que tanto olvidaste.
Ésta boca, que por dejarte de besar
dejó de ser mi boca.
Pero tampoco tú llevas ya tu nombre,
ése que inventé yo a tu oído.
Te dejé de querer como dejé el tabaco.
Lástima morir de éste enfisema pulmonar.


"Dame otro cigarro y no hagas preguntas."